Monday, December 27, 2010

INCREDIBLE ABILITIES



A.W. Underwood tenía una rara habilidad, era la de poder prender fuego a los objetos tan sólo con exhalar su aliento sobre ellos. Primero guardó su habilidad celosamente, pero más tarde decidió sacar provecho de ello hasta que se hizo célebre y se cansó de exhibirse, pero ningún experto podía explicar su rara habilidad. Según L.C. Woodman, el primer médico que examinó a aquel iniciador de incendios, cuando Underwood cogía algunas cosas como un pañuelo de algodón, hojas secas, y las apretaba contra la boca, estallaban el llamas en cuestión de segundos. El médico enjuagó la boca de aquel hombre de veinticuatro años con diversas soluciones, le hizo ponerse guantes de goma...




Samuel Leffers se despertó una mañana, en el verano de 1806, con un desacostumbrado entumecimiento de su costado izquierdo. Al principio no se alarmó, dando por supuesto que había permanecido tumbado durante mucho tiempo sobre el mismo lado. Sin embargo, pronto se percató de que también tenía dificultades para hablar y que no podía cerrar el ojo izquierdo. Aunque su estado mejoró algo, la dolencia pareció centrarse en su ojo, que se le quedó abierto de modo permanente.

Avanzado el verano, según un comunicado al American Journal of Science, Leffers fue afectado por la desgracia, o por lo menos así lo creyó, cuando fue alcanzado por un rayo, que le dejó inconsciente. Sin embargo, cuando volvió en sí, también había recuperado el movimiento de sus miembros. Al día siguiente, notó que su visión había mejorado y que ya podía mover el párpado. Sólo le quedó una secuela: la descarga eléctrica le dañó el sentido del oído.

Unos sucesos pintorescos empezaron a ocurrir en la casa de Ohio de la familia Resch, el 3 de marzo de 1984. Las luces se encendían y apagaban sin una causa aparente. Los aparatos electrónicos se ponían en marcha solos. La televisión efectuaba unos ruidos misteriosos, aunque estuviese desenchufada y la pantalla en blanco. la ducha comenzaba a correr cuando no había nadie en el cuarto de baño. A través de todo ello existía un hilo de unión: la adolescente Tina Resch, de catorce años, que parecía encontrarse siempre cerca del lugar de la acción, aunque no fuese físicamente responsable del asunto.